
Sin exámenes
Ayer envié esto a mis suscriptores por email:
Una de las preguntas más tristes en el proceso educativo es, sin duda, “¿Viene en el examen?”. Es una forma fácil de ignorar lo que el maestro está a punto de compartir, de evitar ese capítulo en el libro (o el libro completo), de dedicar la atención a otra cosa.
¿Para qué aprender sobre eso si de todas formas no va a estar en el examen?
Y luego llegamos a la vida “real”. Donde no hay exámenes. Donde el deseo de aprender por aprender se limita a unas cuantas personas. Donde los libros de “superación personal” son siempre los más vendidos, pero ¿cuántos aplican lo aprendido? ¿Cuántos en realidad cambian sus vidas luego de haber leído una versión más de “El Secreto” o “El vendedor más grande del mundo” o “Padre Rico Padre Pobre”?
Nada de malo en esos libros.
Nada de malo en leerlos.
El problema es leerlos y seguir igual. Porque leerlos y seguir igual es como haber tirado el dinero a la basura. Como haber ido a una clase y preguntar “¿va a venir en el examen?” y no poner atención porque, al cabo, no va a haber ningún examen.